Este año he roto con todas las cosas que suelo hacer por navidades.
No he enviado ni un solo correo felicitando las fiestas. Creo que es mejor llamar a las personas más allegadas para felicitarlas de viva voz, que enviar una postal bastante impersonal. Y si es posible quedar con esas personas, mejor.
No he comprado lotería. En el post anterior ya justifiqué el por qué. Solo tengo que comentar que no soy 20 euros más rico que mis compañeros de trabajo porque les ha salido el reintegro.
No he gastado ninguna inocentada. No por nada en particular, simplemente, no lo hice. Es una sana costumbre que pienso recuperar a finales de año (exactamente el 28 de diciembre).
He comido uvas por nochevieja. Nunca antes las había comido por encontrar esta tradición supersticiosa y una mala manera de empezar el año medio ahogados, con la boca babeando y que, puestos a empezar una nueva época en nuestras vidas, no es este el aspecto que me deseo tener. El motivo principal para no tomar las uvas es por llevar la contra a la superstición. Es el mismo motivo por el que no reenvío, ni siquiera abro, un mail en cadena que si no lo mandas a 500 personas en 10 minutos te atropellará un coche y de camino al hospital te caerás de la ambulancia encima de un puerco espín venenoso o cualquier otra maldición que, por absurda que parezca, ¡¡¡la gente lo cree y reenvía el correo!!!!
Pues este año he comido uvas. ¿Por qué? Pues… bueno… confieso que alguna vez he abierto un mail en cadena. Y la fiesta es la fiesta ¿no?
También puedo decir que:
No he participado en ningún «amigo invisible».
Usé el coche en nochevieja.
No estuve en ninguna reunión familiar el día de Navidad.
Total, unas fiestas totalmente diferentes a lo que venía haciendo hasta ahora. Espero que, aunque haya roto con todas mis costumbres, el año que viene sea igual de propicio que el anterior.
Feliz 1993.